Las mujeres latinas, históricamente hablando, han sabido salir a la calle siempre que ha hecho falta, para reindicar sus derechos o los de los suyos. Por eso fue significativa la participación de las mujeres en el primer proceso armado que se generó en la época de los Radicalismos, la Revolución Mexicana: Hermila Galindo, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza; Dolores Jiménez Muro, Carmen Parra, Carmen Serdán y Mariana Gómez. Maderistas, Villistas o revolucionarias en general, pelearon, hicieron de enfermeras, alentaron a los hombres, lucharon por aquello en lo que creían e imaginaron un México más justo. Exactamente igual que hicieron Inés Malváez frente a Victoriano Huerta, y -en el México cardenista- María Goyaz, dirigente en la Guerra Cristera frente al laicismo del gobierno. Lázaro Cárdenas estaba casado con Amalia Alejandra Solórzano, quien pese a su posición de Primera Dama restringió al máximo su presencia pública, aunque no dejó de impulsar a título particular los derechos de las mujeres y la beneficencia social.
En Bolivia varias fueron las mujeres que hicieron frente a la explotación injusta de la mano de obra, mayoritariamente indígena, por parte de la Rosca de los Barones del Estaño. María Barzola y Peta Infantes realizaron su actividad en los 40-50. A partir de entonces se estructuró una tradición activista sindicalista y resistente muy arraigada en la que siempre ha habido mujeres defensoras de los derechos humanos puesto que también las ha habido siempre entre las víctimas de los abusos y tremendas e injustas condiciones laborales que generan las difíciles condiciones de vida personal y familiar. Domitila Barrios de Chúngara en los 70, junto a Aurora de Lora, Angélica Flores, Nelly Paniagua y Luzmila Rojas retomaron el puesto de las anteriores y lideraron los movimientos frente a la Patronal a través de la huelga de hambre. Actualmente hay otras vías: recientemente Rosario Chacón creaba el Capítulo Boliviano del Ombudsman -equivalente al Defensor del Pueblo-. En Argentina hubo mujeres en el Movimiento Montonero (1970-76) como Pilar Calveiro, exiliada en el 77 y dedicada después a la vida intelectual, Norma Arrostito y Cristina Liprandi. Si primero se identificaron con el Peronismo Revolucionario, después evolucionaron bajo la influencia de la Revolución Cubana y la caída de Allende hacia la acción revolucionaria izquierdista.
Otra corriente es la de la Defensa de los Derechos de los Indios. A lo largo del siglo XX se ha estructurado de maneras diversas, desde la intelectualidad, los movimientos políticos, la resistencia y el activismo siempre con el objetivo de llegar a la actuación legítima desde las Cámaras Representativas. Algunas mujeres destacan en este sentido: desde la intelectualidad peruana vinculada a José Carlos Mariátegui y el círculo del Amauta, hay que mencionar a su propia mujer, Anita Chiappe, que editó las obras de su marido tras su muerte, Magda Portal o Dora Mayer. Dentro del Aprismo Peruano y su política social tuvo su papel Carmen Rosa Rivadeneira. Guatemala supone asociar a Rigoberta Menchú, Otilia Lux y Rosalina Túyuc -mayas todas ellas- con otras mujeres defensoras de los Derechos Humanos como Nineth Montenegro. La mujer más emblemática de esta trayectoria en Ecuador es Nina Pacarí.
Soldados peruanos toman las calles tras el golpe de Fujimori
Después durante las diversas dictaduras o de forma más general el avance del fascismo y otras doctrinas que pretendían recortar las libertades sociales algunas mujeres tuvieron actuaciones destacadas que en algunos casos les llevaron a perder la vida; quizá las más emblemáticas sean las tres hermanas Antonia María Teresa Mirabal; Patria Mercedes Mirabal y María Argentina Minerva Mirabal durante el Trujillismo en la República Dominicana; Nela Martínez Espinosa que intervino en el derrocamiento del Presidente ecuatoriano Carlos Arroyo, en 1944; o en Argentina Cora Ratto, que activó los movimientos contrarios al avance de las ideas nazis y fascistas.
Otro fenómeno tiene lugar en los espacios públicos cuando las mujeres trasladan su rol doméstico y materno a acciones comunitarias que persiguen el bienestar y desarrollo de los más desfavorecidos a través de servicios autogestionados de protección, sanidad, organización de comedores públicos, atención primaria de la salud, educación popular, etc. Ese trabajo ha generado en las mujeres una perspectiva integral del desarrollo comunitario. Estas nuevas agentes del bienestar social surgidas en el ámbito local protagonizan las luchas solidarias, convertidas en interlocutoras sus con sus respectivos gobiernos, lo que les ha otorgado cierto poder político. En el proceso de democratización del Perú Elena Moyano y Pascuala Rosado trabajaron en esta dirección. Las dos fueron asesinadas por Sendero Luminoso.
La Revolución Cubana cuenta con su propia historia de las mujeres: desde intelectuales vinculadas a las profesiones liberales - Mirta Aguirre, Yolanda Aguirre, Dora Alonso- profesionales que pasaron a la acción revolucionaria directa -Vilma Espín, Hilda Gadea, - miembros del Movimiento 26 de julio, combatientes en el asalto al Cuartel de Moncada y/o en la Sierra Maestra -Aleida March, Celia Sánchez, Melba Hernández, Haydée Santamaría- y protagonistas de la irradiación cubana a través de la acción guerrillera en Bolivia de Ernesto Ché Guevara como Rita Valdivia, Loyola Guzmán de Lara, y Tania la Guerrillera. Naturalmente hay mujeres con nombre propio en la lucha frente al régimen castrista y su constante violación de los Derechos Humanos: Maritza Lugo, Mª Elena Cruz y Julia Cecilia Delgado son algunos ejemplos destacados. Por su parte, Monika Ertl es quizá la más emblemática entre las mujeres en la guerrilla boliviana desde el Ejército Nacional de Liberación. Pero si durante la Revolución cubana y el auge del castrismo la mujer, la camarada era un soldado dispuesto a morir, compatibilizando el nacionalismo militante y el feminismo tradicional, la situación de las cubanas no cambió: hicieron papeles masculinos pero no se invirtió el orden de los roles: el hombre era encabeza de familia y la mujer se ocupaba de la casa. Desde 1960 ha actuado la Federación de Mujeres Cubanas dirigida por Vilma Espín hasta su muerte: campañas de alfabetización en las que trabajaron miles de maestras; se produjo su inserción en el mercado laboral, se diseñó una educación no sexista, y se fue asumiendo institucionalmente la perspectiva de género. La Federación de Mujeres Cubanas ha obtenido resultados legales importantes como la Ley de descanso maternal (1974) o el Código de la Familia (1975). A comienzos del siglo XXI las mujeres representan el 62 % del total de universitarios; el 22 % fuerza de trabajo y el 28% de los Miembros de la Asamblea Nacional. Se ignora en cambio el número de mujeres presas, torturadas o depuradas. Con la disolución de la URSS, la situación en la isla se hizo muy difícil. Y esto cambió la situación de la mujer cubana. Parte de la economía sumergida de supervivencia la gestionan las mujeres: abuelas que organizan en su casa y cobran la "guardería" en dólares; mujeres que alquilan habitaciones, o hacen y venden dulces y pan en su hogar; las jineteras siguen aumentando dado que Cuba es uno de los principales destinos del turismo sexual. A veces ganan más que sus maridos y/o los hombres de su familia, y esto está produciendo una reversión de responsabilidades que los hombres perciben -entre otras cosas- como "antirrevolucionaria".
Un soldado patrulla las calles de Buenos Aires
Los años setenta y ochenta dieron lugar, asimismo, a diversos movimientos sociales pacíficos pero persistentes en defensa de los derechos humanos que estaban siendo vulnerados por dictaduras y regímenes déspotas. La incansable protesta de cientos de mujeres reclamando justicia y libertad, como es el caso de las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, constata el poder que hasta el día de hoy han llegado a mantener en el orden político. Hebe de Bonafini, fundadora de Madres de Plaza de Mayo, que salió a la calle en 1977 tras la desaparición de su hijo, es un ejemplo.
En Centroamérica, las guerras civiles supusieron décadas de difícil posición para las mujeres: muchas se sumaron a la lucha armada mientras se ocupaban también de sus hijos y la manutención de sus familias. En El Salvador, un 33% de las fuerzas revolucionarias estuvieron representadas por las mujeres; en Guatemala al 18%. Su compromiso en el conflicto bélico ha perdurado en la postguerra trabajando en la reconstrucción, el desarrollo y la reinserción social de todos los grupos excluidos, ejerciendo un papel preponderante en los Acuerdos de Paz, la mayoría firmados en la década de los 90. En Nicaragua, la revolución sandinista situó a las mujeres en posiciones intelectuales, políticas, activistas e incluso de intervención en la lucha armada. Hay que mencionar a Dora Mª Téllez -Comandante Dos- Mónica Baltodano, Gioconda Belli, Doris Tijerino, Daisy Zamora, Rosario Murillo o Claribel Alegría. Enfrente, la figura de la temida somocista Nicolasa Sevilla, la Colacha.